Hector P. Valenti sueña con triunfar en el mundo del espectáculo, pero fracasa una y otra vez con sus números de magia. Por eso, cuando descubre en una tienda de mascotas de Manhattan a una cría de cocodrilo capaz de cantar, vislumbra por fin un futuro lleno de éxitos. Ensayarán con empeño hasta que el pequeño cocodrilo, al que el dueño le ha dado el nombre de Lilo, acaba cantando como los ángeles e incluso bailando claqué. Sin embargo, cuando llega el momento del directo Lilo fracasa debido al pánico escénico. Es un duro golpe y las deudas obligan a Hector a abandonar a su criatura en su casa e irse a hacer fortuna por su cuenta. Llegarán entonces nuevos inquilinos, la familia Primm, un matrimonio con un hijo, cuyas vidas son una colección de precauciones y miedos. Todo empezará a cambiar cuando encuentren instalado en su casa a Lilo, que se ha convertido en un enorme saurio.
Entretenida adaptación de las creaciones infantiles escritas por Bernard Waber (1921-2013), autor especializado en relatos protagonizados por animales y que obtuvo un gran éxito con su saga sobre el entrañable y cantarín reptil. Dirigida a un público familiar Lilo, mi amigo el cocodrilo gustará con su sencilla mezcla de aventuras urbanitas, amor a los animales y un buen puñado de canciones que tienen su gracia. Desde luego resulta difícil acostumbrarse a un cocodrilo que canta y baila como un auténtico showman, como en la brillante escena de la azotea, quizá la mejor de la película, en donde disfrutamos del estupendo tema “Top of the World”. Por supuesto la estrambótica y fantasiosa historia escrita por Will Davies da lugar a numerosas escenas de humor y se ofrecen ideas valiosas para la vida, como la necesidad de superar los miedos, de huir de una vida excesivamente regulada o el cariño familiar.
El tándem de directores formado por Josh Gordon y Will Speck hace un trabajo correcto, quizá el mejor de una filmografía desigual, con obras ligeritas como Un pequeño cambio o Fiesta de empresa. Aquí logran salir airosos con la mezcla de la imagen real y la eficaz animación del gran saurio. Es cierto que el desarrollo sufre caídas de ritmo y se echan en falta quizá escenas y conflictos de mayor entidad, pero en general el resultado es positivo. Desde luego la trama crece en intensidad y atractivo cada vez que aparece en pantalla Javier Bardem. Hay que reconocer su capacidad camaleónica para meterse al público en el bolsillo, aquí con el histriónico papel del caradura Valenti. Y su talento para el show queda patente en su interpretación del tema “Take a Look at Us Now”, un leitmotiv a lo largo del metraje. El resto del reparto cumple.
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